DESAHOGO
Al Sr. Intendente de la Ciudad de
la Plata
Dr. Oscar Pablo Bruera
Señor
Intendente: tal el trato, porque la
distancia la puso usted. Parecía mejor
todo cuando eras Pablo, el que gustaba de ir casa por casa tocando el timbre
para tomar contacto con los vecinos de la ciudad. Pero esa cercanía es un privilegio que
perdió, y en nuestro caso no el dos de abril, sino antes. Lo del dos de abril
se le puede conceder que no es debido a actos, inacciones u omisiones propias
de usted y su equipo de gobierno; se lo podemos atribuir a las fuerzas
confabuladas de seres mitológicos como Poseidón, la Yegua de Olivos, el Manco
de la Plaza San Martín… si al fin de cuentas, usted ni estaba en la ciudad (¿o
sí?, bah! Ya da lo mismo). El problema
es que Pablo, el que vino a casa y me estrechó la mano y le dio un beso a mi
esposa (si viene ahora la casa está
mucho peor pero estamos los mismos, también nuestras dos nenas, las que nos
avisaron al sonar el timbre que “está Bruera en la puerta de casa”, tan chicas
hace un par de años y te conocían) no creo que vaya a ser recibido de igual
forma, no creo que Carina le vuelva a poner la mejilla. Cristo lo manda, pero sólo un Dios puede ser
tan pacífico y misericordioso. No por esto somos violentos, ¿te acordás de los
“Redonditos de Ricota”? : violencia es
mentir. La visita era para
comunicarnos que ya esa zona (59 a 63 y 132 a 135, no mucho más que eso era el
territorio azotado por las lluvias torrenciales que sistemáticamente nos
condenaban a colocar las dichosas compuertas de chapa, con burletes de goma
abajo y a los costados para no tener medio metro o más de agua en el interior
de nuestras casas), dejaría de estar a merced de las precipitaciones, mañana
empezaba la obra, que en 90 días concluiría…
-
¿Mañana, intendente? Es jueves Santo.
-
Sí, sí. Mañana. Se va a hacer un túnel por calle
61, las especificaciones técnicas se las preguntan a los ingenieros que están
en la otra cuadra.
Eso, creo, justificó la suba en
tres ocasiones de la tasa de servicios urbanos municipales, la ciudad convertida
en alcancía cobrando por parar en auto, por no parar, por tener auto, por no
tener micros (¡que no arreglaste, Pablo!, dejémoslo para otra carta eso).
Mientras, los cordoncitos de las calles más vistas lucían su maravilloso
pintado y repintado blanco y amarillo. Como esas personas con perfume caro y
linda ropa, que están bien sucios y su ropa interior apesta: la ciudad “linda”
en el centro y podrida por dentro, y por las afueras, con cunetas que son trincheras, llena de basura, sin luz. En fin,
la obra duró más de un año, la calle 61 de 31 a 25 con túneles que invitaban a
pensar que iría a entrar el “Titanic” a Los Hornos.
Después de eso, tres lluvias más,
no como las del 2 de abril, como las de antes, las de siempre que motivaban la
movilización del barrio a poner las compuertas. “No pongamos las compuertas,
Negra, si ya lo arregló Pablo; estos vecinos son nostálgicos (nosotros vivimos
desde 2006)”. Menos mal que mi mujer no me hizo caso: hubiéramos tenido medio
metro de agua adentro. Se fue la plata (el dinero), el tiempo, los trastornos
que crearon por más de un año, nuestros impuestos aumentaron: “si no estás al
día, se te viene la noche” reza el slogan creativo de tu gente ¡Qué ocurrente! Cuando la noche es más oscura se viene el
día en tu corazón (otra de los Redondos). Y sí, se vino el día porque nos
iluminamos y vimos bien: no sos Pablito el que recorre y habla con los vecinos,
sos un político (quien dice importarle un bledo -Bruera dixit- su futuro
político) y llegado el caso de hacerse cargo, ¡no lo hace! ¿Ahora quiere un
inventario señor Intendente?
No me alcanza una carta para enumerarle y
explicarle de un modo que gente como usted pueda comprender todo lo que
perdimos porque llovió, muchísimo, sí, pero porque llovió. No hubo un bombardeo
aéreo, pero la puerta del frente de mi casa se rompió, cayó un vidrio, cedió la
compuerta por las olas provocadas por un micro que igual pasó, se “rompió el
dique” y el agua entró de golpe, arrastrando a mi mujer metros hacia atrás y a
mis dos hijas (y dos chicas que se encontraban seguras en casa de sus amigas) a
la desesperación y al llanto: “Cari, prometeme que no me va a pasar nada, llevame
a otro lado”. “No, quedate tranquila, acá pasa seguido, ahora se desagua tan
rápido como se inundó”, pero no fue así. A llevarlas a las cuatro por la rambla
hasta la “Shell” de 60 y 31 donde las socorrieron los “secos” que habían parado
a cuidar sus autos, y adonde vendrían a buscarlas (y a mis hijas) sus papás,
cosa que no ocurrió hasta la medianoche. Tengo que volver por mi esposa, la
corriente me arrastra hacia 59, un duende encapotado aparecido en medio de la
inmensidad gris (agua, cielo, todo) me da un palo de escoba que podría clavar
en la tierra de la rambla para afirmarme: así llegué, ¿mil metros? No, una
cuadra. Llego, grito desde la calle y no hay respuesta, una y diez veces, y
nada. Luego aparece ¿Hasta ahora cuánto voy juntando, intendente? ¿Cuánto está cotizando esa desesperación, esa
frustración, esa casi despedida cuando nos caímos en la rambla con el agua al
pecho de ellas y mi hija mayor me abraza (todas me abrazan) y me dice perdoname-papi-por-no-ser-buena-te-amo-sos-el-mejor-papá-del-mundo?
Es mentira que no es buena y que soy el mejor papá, pero la angustia infinita
como esa puta lluvia, el dolor inmenso como el gris de ese cielo devastador que
nunca escuchó mis ruegos, eso no es mentira. Eso debe andar por los mil mangos
ya, ¿no? Sigo entonces: nos refugian en
la casa de al lado que tiene planta alta, pero no hay comunicación, así que
hasta la medianoche que podemos hablar con nuestras hijas pasan varias horas
sin saber de ellas y sus amigas, solas en la calle. Le hago descuento (no por
pronto pago, ya pasaron cinco meses) para que no se le haga tan gravoso.
Después viene el 3 de abril, los
muebles, los roperos, las camas, los colchones que reponemos porque nos los
donan, libros, recuerdos como fotos impresas desde cuando estábamos
embarazados, cuando empiezan a caminar, jardín, etcéteras del color que quiera
y pueda imaginar. Paredes que aún hoy no secan, puertas rotas, marcos
desconchados, Papeles de trabajo y computadoras (todo mi trabajo perdí),
trabajos manuales y bibliografía imposible de reponer (trabajo de mi esposa
perdido, recuerdos perdidos), libros nuestros y efectos personales de las
chicas de 11 y 14 años por el 2 de abril, con una altura normal, a un metro y
medio de agua en el interior de mi casa … ¿calculó?: anda bien, ¡se ahogaban!.
Si era día hábil (acá sí estuvo Dios) se morían, porque nosotros trabajamos hasta
las seis y no hubiéramos podido llegar. Igual son menores, creo que en la lista
menores fallecidos no tiene, ¿no? ¿Aumentó mi cuenta? ¿Cuánto voy? ¡Ah! , una
cosita, es en efectivo el subsidio o me lo imputará a una cuenta para descontar
de futuros impuestos y tasas que no dudo el año entrante aumentarán (recuerdo
que los años pares no son electorales).
Tengo mucha más impotencia, mucha
más frustración: ¿cuándo reponemos el piano que compró su madre a mi esposa cuando
niña y mandó desde Chascomús para que su nieta siguiera estudiando? Mi hija
menor se enferma cada vez que llueve o dicen que va a llover. Las compuertas
(vení a ver, Pablo) siguen puestas en todo el barrio, incluso varios vecinos las
hicieron más altas, yo tuve que remendar las mías.
Después vino el 4, el 5 de abril
y de mayo y de junio y de julio y de agosto (ese eras vos pintado en cuanta pared
hubiera por pintar: Agosto) ¿Será por eso que aparece ahora Intendente?, ya se
acabó agosto, llegó el mes de la Primavera … El asunto es que no vino nadie a
preguntar si vivíamos, si podían ayudar en algo, los delegados municipales,
alguien de su creativo equipo recaudador
(no por tomar recaudos sino por esquilmarnos para utilizar los recursos en
pintar cordoncitos de veredas, entre otras estupideces que lejos están de ser
gestión pública en serio).
Habiendo llegado según mi modesta
cuenta a la escandalosa suma de DOS MIL QUINIENTOS PESOS!, creo que voy dar por
concluida la enumeración. A estas alturas ¿qué sumaré contando lo insoportable
de estar una semana sin ver a nuestras
hijas, sacando barro y mierda y cosas rotas con un ejército de amigos y otros
que ahí empezaron a serlo, mientras otros obtenían muy sequitos el mismísimo 3
de abril el famoso préstamo de $ 50.000.- ?
Ah! Otra cosita. Apareció alguien
hace un mes y un poquito intentando colgar del poste frente a mi casa (que
alquilo, si no dije) un cartel pidiendo que lo votemos. Justo a la altura que
colgó su propaganda, llegó el agua el 2 de abril, pero no los vimos. Ni a los
votados ni a los a votar. Ni el 3, ni el 4, ni el 5… ni de abril, ni de mayo,
ni de junio, ni de julio, ni de agosto… se acabó agosto. Estamos en Septiembre,
el mes de la renovación.