A partir de aca... no me hago cargo de nada

viernes, 24 de enero de 2014

Septiembre de 2013. A 5 meses. Desahogo

Lo adjuntado a continuación es una carta que le escribió mi amadísimo papá al intendente Pablo Bruera a 5 meses de la inundación. Ilusa sería si pensara que de verdad se tomó la molestia este hombre (que se dice ser la cabeza de mi ciudad tan querida) leyó aunque sea un renglón de la siguiente, pero no quiero dejar de compartírselas. Cada vez que la leo lloro. No es Cortazar, es mi viejo:



DESAHOGO

Al Sr. Intendente de la Ciudad de la Plata
Dr. Oscar Pablo Bruera

                Señor Intendente: tal el trato, porque  la distancia la puso usted.  Parecía mejor todo cuando eras Pablo, el que gustaba de ir casa por casa tocando el timbre para tomar contacto con los vecinos de la ciudad.  Pero esa cercanía es un privilegio que perdió, y en nuestro caso no el dos de abril, sino antes. Lo del dos de abril se le puede conceder que no es debido a actos, inacciones u omisiones propias de usted y su equipo de gobierno; se lo podemos atribuir a las fuerzas confabuladas de seres mitológicos como Poseidón, la Yegua de Olivos, el Manco de la Plaza San Martín… si al fin de cuentas, usted ni estaba en la ciudad (¿o sí?, bah! Ya da lo mismo).  El problema es que Pablo, el que vino a casa y me estrechó la mano y le dio un beso a mi esposa  (si viene ahora la casa está mucho peor pero estamos los mismos, también nuestras dos nenas, las que nos avisaron al sonar el timbre que “está Bruera en la puerta de casa”, tan chicas hace un par de años y te conocían) no creo que vaya a ser recibido de igual forma, no creo que Carina le vuelva a poner la mejilla.  Cristo lo manda, pero sólo un Dios puede ser tan pacífico y misericordioso. No por esto somos violentos, ¿te acordás de los “Redonditos de Ricota”? : violencia es mentir.  La visita era para comunicarnos que ya esa zona (59 a 63 y 132 a 135, no mucho más que eso era el territorio azotado por las lluvias torrenciales que sistemáticamente nos condenaban a colocar las dichosas compuertas de chapa, con burletes de goma abajo y a los costados para no tener medio metro o más de agua en el interior de nuestras casas), dejaría de estar a merced de las precipitaciones, mañana empezaba la obra, que en 90 días concluiría…
-          ¿Mañana, intendente? Es jueves Santo.
-          Sí, sí. Mañana. Se va a hacer un túnel por calle 61, las especificaciones técnicas se las preguntan a los ingenieros que están en la otra cuadra.
Eso, creo, justificó la suba en tres ocasiones de la tasa de servicios urbanos municipales, la ciudad convertida en alcancía cobrando por parar en auto, por no parar, por tener auto, por no tener micros (¡que no arreglaste, Pablo!, dejémoslo para otra carta eso). Mientras, los cordoncitos de las calles más vistas lucían su maravilloso pintado y repintado blanco y amarillo. Como esas personas con perfume caro y linda ropa, que están bien sucios y su ropa interior apesta: la ciudad “linda” en el centro y podrida por dentro, y por las afueras, con cunetas que son  trincheras, llena de basura, sin luz. En fin, la obra duró más de un año, la calle 61 de 31 a 25 con túneles que invitaban a pensar que iría a entrar el “Titanic” a Los Hornos.
Después de eso, tres lluvias más, no como las del 2 de abril, como las de antes, las de siempre que motivaban la movilización del barrio a poner las compuertas. “No pongamos las compuertas, Negra, si ya lo arregló Pablo; estos vecinos son nostálgicos (nosotros vivimos desde 2006)”. Menos mal que mi mujer no me hizo caso: hubiéramos tenido medio metro de agua adentro. Se fue la plata (el dinero), el tiempo, los trastornos que crearon por más de un año, nuestros impuestos aumentaron: “si no estás al día, se te viene la noche” reza el slogan creativo de tu gente ¡Qué ocurrente! Cuando la noche es más oscura se viene el día en tu corazón (otra de los Redondos). Y sí, se vino el día porque nos iluminamos y vimos bien: no sos Pablito el que recorre y habla con los vecinos, sos un político (quien dice importarle un bledo -Bruera dixit- su futuro político) y llegado el caso de hacerse cargo, ¡no lo hace! ¿Ahora quiere un inventario señor Intendente?
 No me alcanza una carta para enumerarle y explicarle de un modo que gente como usted pueda comprender todo lo que perdimos porque llovió, muchísimo, sí, pero porque llovió. No hubo un bombardeo aéreo, pero la puerta del frente de mi casa se rompió, cayó un vidrio, cedió la compuerta por las olas provocadas por un micro que igual pasó, se “rompió el dique” y el agua entró de golpe, arrastrando a mi mujer metros hacia atrás y a mis dos hijas (y dos chicas que se encontraban seguras en casa de sus amigas) a la desesperación y al llanto: “Cari, prometeme que no me va a pasar nada, llevame a otro lado”. “No, quedate tranquila, acá pasa seguido, ahora se desagua tan rápido como se inundó”, pero no fue así. A llevarlas a las cuatro por la rambla hasta la “Shell” de 60 y 31 donde las socorrieron los “secos” que habían parado a cuidar sus autos, y adonde vendrían a buscarlas (y a mis hijas) sus papás, cosa que no ocurrió hasta la medianoche. Tengo que volver por mi esposa, la corriente me arrastra hacia 59, un duende encapotado aparecido en medio de la inmensidad gris (agua, cielo, todo) me da un palo de escoba que podría clavar en la tierra de la rambla para afirmarme: así llegué, ¿mil metros? No, una cuadra. Llego, grito desde la calle y no hay respuesta, una y diez veces, y nada. Luego aparece ¿Hasta ahora cuánto voy juntando, intendente?  ¿Cuánto está cotizando esa desesperación, esa frustración, esa casi despedida cuando nos caímos en la rambla con el agua al pecho de ellas y mi hija mayor me abraza (todas me abrazan) y me dice perdoname-papi-por-no-ser-buena-te-amo-sos-el-mejor-papá-del-mundo? Es mentira que no es buena y que soy el mejor papá, pero la angustia infinita como esa puta lluvia, el dolor inmenso como el gris de ese cielo devastador que nunca escuchó mis ruegos, eso no es mentira. Eso debe andar por los mil mangos ya, ¿no?  Sigo entonces: nos refugian en la casa de al lado que tiene planta alta, pero no hay comunicación, así que hasta la medianoche que podemos hablar con nuestras hijas pasan varias horas sin saber de ellas y sus amigas, solas en la calle. Le hago descuento (no por pronto pago, ya pasaron cinco meses) para que no se le haga tan gravoso.
Después viene el 3 de abril, los muebles, los roperos, las camas, los colchones que reponemos porque nos los donan, libros, recuerdos como fotos impresas desde cuando estábamos embarazados, cuando empiezan a caminar, jardín, etcéteras del color que quiera y pueda imaginar. Paredes que aún hoy no secan, puertas rotas, marcos desconchados, Papeles de trabajo y computadoras (todo mi trabajo perdí), trabajos manuales y bibliografía imposible de reponer (trabajo de mi esposa perdido, recuerdos perdidos), libros nuestros y efectos personales de las chicas de 11 y 14 años por el 2 de abril, con una altura normal, a un metro y medio de agua en el interior de mi casa … ¿calculó?: anda bien, ¡se ahogaban!. Si era día hábil (acá sí estuvo Dios) se morían, porque nosotros trabajamos hasta las seis y no hubiéramos podido llegar. Igual son menores, creo que en la lista menores fallecidos no tiene, ¿no? ¿Aumentó mi cuenta? ¿Cuánto voy? ¡Ah! , una cosita, es en efectivo el subsidio o me lo imputará a una cuenta para descontar de futuros impuestos y tasas que no dudo el año entrante aumentarán (recuerdo que los años pares no son electorales).
Tengo mucha más impotencia, mucha más frustración: ¿cuándo reponemos el piano que compró su madre a mi esposa cuando niña y mandó desde Chascomús para que su nieta siguiera estudiando? Mi hija menor se enferma cada vez que llueve o dicen que va a llover. Las compuertas (vení a ver, Pablo) siguen puestas en todo el barrio, incluso varios vecinos las hicieron más altas, yo tuve que remendar las mías.
Después vino el 4, el 5 de abril y de mayo y de junio y de julio y de agosto (ese eras vos pintado en cuanta pared hubiera por pintar: Agosto) ¿Será por eso que aparece ahora Intendente?, ya se acabó agosto, llegó el mes de la Primavera … El asunto es que no vino nadie a preguntar si vivíamos, si podían ayudar en algo, los delegados municipales, alguien de su creativo equipo recaudador (no por tomar recaudos sino por esquilmarnos para utilizar los recursos en pintar cordoncitos de veredas, entre otras estupideces que lejos están de ser gestión pública en serio).
Habiendo llegado según mi modesta cuenta a la escandalosa suma de DOS MIL QUINIENTOS PESOS!, creo que voy dar por concluida la enumeración. A estas alturas ¿qué sumaré contando lo insoportable de estar  una semana sin ver a nuestras hijas, sacando barro y mierda y cosas rotas con un ejército de amigos y otros que ahí empezaron a serlo, mientras otros obtenían muy sequitos el mismísimo 3 de abril el famoso préstamo de $ 50.000.- ?
Ah! Otra cosita. Apareció alguien hace un mes y un poquito intentando colgar del poste frente a mi casa (que alquilo, si no dije) un cartel pidiendo que lo votemos. Justo a la altura que colgó su propaganda, llegó el agua el 2 de abril, pero no los vimos. Ni a los votados ni a los a votar. Ni el 3, ni el 4, ni el 5… ni de abril, ni de mayo, ni de junio, ni de julio, ni de agosto… se acabó agosto. Estamos en Septiembre, el mes de la renovación.

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